La insoportable levedad del ser fue un regalo de mi dieciocho cumpleaños que me hizo un amigo. Es su libro favorito y tal vez por eso lo empecé a leer con cariño. En la primera hoja pone "Gracias" con su peculiar caligrafía. La verdad es que quien debería de darle las gracias a alguien soy yo a él, pues lo que no esperaba es que este libro me marcase tanto.
Es un libro, como poco, extraño. No conocía a Milan Kundera, y aún no he podido leer nada más, pero tengo la sensación de que sus libros son todos así. Quién sabe. Posiblemente no haya autor que se libre de cumplir una serie de pautas escribiendo, de que sus historias compartan una serie de similitudes, y es algo normal, pues al fin y al cabo todas tienen un punto de conexión, y es el hecho de que cada historia forme parte de la persona de quien las escribe (y lo más maravilloso de la escritura probablemente es que haga partícipes de la historia a quienes la leen).
Kundera no es un escritor más. Aunque no haya leído nada más suyo, lo sé por esta novela. Una novela que, como dice el título, no he sido capaz de terminar. La sonrisa de Karenin, la séptima y última parte de la novela es demasiado difícil para mí. Sin darme cuenta, esta novela se ha convertido en parte de mí, como si cada palabra estuviese bajo mi piel. Y es por ello porque la muerte avecinada de alguno de los personajes es algo que ahora no soy capaz de sobrellevar, y el marcapáginas de la llibertat és una librería sigue ahí desde septiembre. Da igual las veces que me haya planteado terminármelo, en el momento en que leo “La sonrisa de Karenin” me siento incapaz de hacerlo, porque no quiero ver cómo muere.
La insoportable levedad del ser no nos cuenta la historia de una pareja que nos cuenta la amante del hombre. No es una historia de amor, ni de celos, ni de locura. Como dice el título, se trata de desvelar cómo el ser se vuelve insoportable. Cómo nosotros, cada uno, tenemos nuestros monstruos y fantasmas, y nos hacen la vida difícil, de forma que más que los demás, más que aquello que puedan provocarnos los otros, somos nosotros mismos los que creamos lo de alrededor. Algo así como lo que nos influye es secundario: el daño, la felicidad, la tristeza, el amor, la amistad o el odio, lo creamos nosotros.
Así, Tomás y Teresa nos muestran sus conflictos internos, y como éstos afectan a su relación con el otro. Vemos los miedos de Teresa, y el extraño amor de Tomás. Vemos una felicidad siempre a medias, como en la vida real, en la que nada es perfecto, donde hasta la rosa más hermosa tiene pequeñas espinas, y a lo mejor, por su hermosura, estas duelen más.
Os decía que es una novela un tanto extraña. Lo decía precisamente porque no es una novela lineal, y mucho menos que siga una trama exacta. Sabemos que cuenta la vida de Tomás y Teresa, y de paso, la de Franz y Sabina, pero ello no supone que haya un principio y un final. Es más, el final es conocido en la quinta o sexta parte. Así pues, se trata de una historia fragmentada y desordenada, alternada siempre con reflexiones del propio autor, camufladas a veces en un narrador omnisciente y otras bajo la voz de Sabina. Es por ello que creo que más que una novela, son las emociones de Kundera disfrazadas bajo la historia de dos personas.
Sin duda, vale la pena leerla. Si la acabáis o no, eso ya es cosa vuestra. Yo he decidido que por ahora no lo voy a hacer. Por Karenin. Porque me es insoportable terminar.
Os dejo una de las citas que más me gustaron de la novela. Quería poneros otro trozo donde se explicaba el título del libro, pero ni en el libro ni por internet lo he encontrado. Tal vez lo ponga más adelante.
“Hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos pasiones no sólo distintas, sino casi contradictorias. El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo se produce en relación con una única mujer).”
Dato: siguiendo con la anterior entrada, sonrisa era una palabra que iba a estar en el blog como título aunque no hubiese sido por Vallejo, pues originalmente iba a llamarse La sonrisa de Karenin, aunque para esto no hay una explicación tan concreta, pues es una frase a la que le he cogido especial cariño. Tal vez nunca termine este libro porque me gusta tenerlo así, siempre a punto de acabar, pero sin darle un final. Tal vez un psicólogo me diría que me estoy aferrando a algo tontamente, o qué se yo, pero a mí me gusta así.
Sara
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