Quería decirle unas palabras a una niña. A la niña que jugaba a tumbarse en la hierba e intentar ver cómo oscurecía, pero que jamás lo conseguía. A esa niña que jugaba con fantasmas, que no necesitaba juguetes, solo imaginación. A esa niña que lloraba por que lo hacían sus adorados hermanos. Hoy recuerdo a esa pequeña niña que siempre sonreía, que era pura inocencia, que no concebía la maldad. Esa niña amante de los animales, que compartió las mejores historias con una lobina inquieta. Esa niña ingenua que se internaba en el bosque con un libro de hadas y hechizos, y las buscaba, y las llamaba y jamás se rindió aunque nunca hicieran acto de presencia. Esa niña que a su corta edad a tele le aburría, y por ello devoraba libros, y llenaba miles de folios con acuarelas y ojos, muchos ojos. A la niña amante de los lobos. A la pequeña niña que ya escribía. A ella, le doy las gracias. Le doy las gracias por seguir aquí, dentro de mí, muy cerca. Le doy las gracias por aparecer todos los días de mi vida, por mostrarse cuando me brillan los ojos, cuando me cruzo con algún animalillo simpático, cuando leo, cuando escribo. Querida niña, muchas gracias por seguir a mi lado, por haber crecido sin desaparecer, por seguir siendo parte de mí. Ojalá sigamos juntas toda la vida. Te quiero.
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